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Convierte el trauma en arte confesional
Sofía Lloréns Reyes Retana generó “piezas confesionales”, algunas de ellas semipermanentes, con lo que concluyó su Proyecto de Evaluación Final (PEF), Nunca volverás a lastimarme, para graduarse de la Licenciatura en Artes de la Universidad de Monterrey
En muchas ocasiones, una experiencia traumática tiende a guardarse, encapsularse herméticamente por años y llevarse cargando como lastre, pero lo que Sofía Lloréns Reyes Retana propuso es todo lo contrario: exponerla a la mirada ajena y convertirla en arte confesional.
Este ejercicio terapéutico supuso no solo compartir un territorio que antes había sido íntimo, sino generar una práctica de intervención colectiva, de resonancias de vivencias comunes, a través de diversas expresiones artísticas, dentro de su propuesta Nunca volverás a lastimarme. El arte confesional como alternativa para liberar el trauma.
Este trabajo fue desarrollado por Sofía como su Proyecto de Evaluación Final (PEF) para graduarse en diciembre de 2021 de la Licenciatura en Artes de la Universidad de Monterrey, teniendo como asesor al profesor Isaac Muñoz Olvera.
El proyecto se sustentó en una serie de actos y documentos de visibilización ‒“piezas confesionales”‒, como la impresión de tatuajes semipermanentes de signos o leyendas, tanto en el propio cuerpo de la artista como en personas voluntarias, así como una página web testimonial, ¿Lo has visto?, abierta a víctimas de violencia.
También implicó una instalación que consistió en la proyección de la frase “Nunca volverás a lastimarme” en muros de espacios vinculados a experiencias personales y su Libro de artista, una obra autobiográfica en la que se recopilan evidencias testimoniales, como objetos y fotografías, a modo de terapia.
Llegué a concretar cuatro piezas confesionales que se vuelven testimonios de mi trauma y de mi sanar. Cada una me llevó a enfrentar procesos distintos y a reflexionar sobre lo que significaba sacar mis traumas al público y cómo inherentemente se volvían colectivos”, relató en su texto académico.
Adicionalmente, la tesis contempló la posibilidad de una exposición, pero Sofía ha postergado su realización, debido a las restricciones por la pandemia que aún había el año pasado.
La recién egresada señaló que su producción está sustentada en la idea de que el arte confesional se basa en el pasado para enmendar la vida presente, en busca de una revelación, una catarsis, una sanación.
Además alimenta el “apetito” del espectador por las relaciones personales que se forman tras la situación de una confesión, un momento de conexión especial al compartirse secretos, en el que se crea un “lazo inevitable” que ata a las personas.
“Esta propuesta de compartir y confesar son actos que se vuelven colectivos. Es conectar con el espectador porque es un momento vulnerable donde no hay nada más que esto. Es un hincarse de rodillas y decir: ‘aquí estoy’”, escribió en su PEF, elaborado a modo de bitácora testimonial.
En este, describe al lenguaje del arte confesional como un lenguaje popular, honesto y real, donde el espectador encuentra refugio, tras el proceso de identificación (“a mí también me pasó”, “es algo que yo siempre he querido decir” o “yo también”).
Sofía externó su inclinación por la artista conceptual británica Tracey Emin , quien se caracteriza por integrar a su obra detalles de su vida privada.
En su proyecto, reflexionó sobre la noción de lo semipermanente, como en la impresión de tatuajes, que, en este caso, implica una situación de “estar y luego dejar ir” al permitir que se borre: “yo siempre sabré lo que pasó, pero ya no está ahí”.
“Era jugar con la semipermanencia del dolor y el abuso que parece ser algo que te va a definir para siempre, pero no lo es, se borra con el tiempo y puedes volver a reclamar el poder de tu autonomía”, explicó.
Este mismo tema de la semipermanencia fue retomado por la instalación que consistió en la proyección de la frase “Nunca volverás a lastimarme”, con una duración de una hora, un solo día, y que implicó desplazarse a los lugares relacionados con acontecimientos traumáticos.
“Reescribir mi historia es volver a los lugares donde fui abusada y cambiar la memoria de ese lugar. Dejarlo en claro. Ponerle un fin al dolor. Hay algo poético del acto de proyectar. Exaltar, sacar, gritar, demandar, decir esta frase fue muy importante”, destacó.
La página web busca ser un espacio de sororidad, de empatía y de refugio para víctimas que comparten descripciones de sus agresores, pero también es una pieza artística.
Para mí, de eso se trata el arte confesional. Es ir exponiendo las partes íntimas de uno mismo, porque ya no te dan vergüenza. Porque estás reclamando ese poder de algo que es tuyo y de nadie más”, destacó.
Es por esto que Sofía apuesta por el arte como su única herramienta de sanación, porque le comprende, le entiende, le escucha y “siempre ha estado ahí”.
Para Sofía, la palabra ‘también’ que se evoca en el espectador se vuelve como un rito de paso del arte confesional en el que, por lo menos en ese instante, no solo se visibiliza, sino que se comparte una experiencia común.
“Si la confesión es un ritual que sanciona públicamente la redención y la transformación personal y eso mismo conecta a los fieles con la comunidad, eso quiero que haga mi obra”, apuntó.
La artista encontró en la UDEM “un espacio seguro y todas las herramientas que necesitaba para ir explorando mi identidad a través del arte, mis habilidades y conocimientos”, y agradeció a la profesora Amparo Vázquez, quien también la asesoró en esta tesis y la guió por distintas posibilidades del arte.