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El hombre

 

La escultura creada por Rufino Tamayo llamada El Hombre, fue instalada en 1999 y donada a la UDEM por doña Margara Garza Sada de Fernández. Representa el lema de la UDEM “El ser humano solo alcanza su plenitud al servicio del hombre”.

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La obra que forma parte de los símbolos de la UDEM, representa al ser humano y nos remite al lema de la UDEM: “El ser humano solo alcanza su plenitud al servicio del hombre”, para materializar en ella la aspiración de la universidad de formar personas íntegras y plenas, que encuentren su realización en el servicio a los demás.

La obra fue incorporada a la UDEM en 1996 gracias a la generosidad de doña Márgara Garza Sada de Fernández, benefactora de la institución. Su intención era que la pieza se convirtiera en símbolo del Premio Pro Magistro Roberto Garza Sada, la máxima distinción que la Universidad de Monterrey otorga a sus profesores en reconocimiento a su labor.

La obra estuvo inicialmente en exhibición en la Biblioteca Central y, posteriormente, en el Centro de la Comunidad Universitaria durante varios años. Actualmente, se encuentra en el edificio de Estoa, el cual recibe a los visitantes de la UDEM. Este edificio cumple la función de una plaza pública, actuando como plataforma para la vida social inclusiva y como antesala de la universidad.
 

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SOBRE LA OBRA

El estilo artístico de Rufino Tamayo experimentó significativas transformaciones a lo largo de su carrera, revelando una notable diversidad y evolución. Durante sus primeros años se inspiró en diversos géneros como el impresionismo, el cubismo y el futurismo. No obstante, Tamayo desarrolló un estilo figurativo simplificado que se convirtió en su sello, donde la figura humana cobró un papel central en su obra, reflejando una profunda exploración de la estética y el simbolismo.

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Su trabajo evoluciona hacia una reflexión más profunda sobre el lugar del individuo en la sociedad y las paradojas de la condición humana. Los personajes de Tamayo poseían una presencia central y predominante, en los cuales se aprecia la influencia de la cultura prehispánica.

Tamayo expresa su enfoque de manera directa: "No intento profundizar literariamente. Pinto a un hombre frente al infinito. Nada más. No hay sentidos secundarios ni trato de resolver problemas metafísicos. Simplemente mi personaje está frente al infinito y no quiere decir nada más. Otros muralistas se preocupan por problemas revolucionarios o políticos, retratan personas que se sacrifican por un ideal y nos ofrecen lecciones de historia."

MÁS SOBRE LA OBRA

 

  • En El Hombre, se evidencian las características distintivas de Tamayo: la integración de elementos del modernismo europeo, el arte popular mexicano y la cerámica precolombina. Esta obra, a través de la abstracción, representa al ser humano en su esencia. Tamayo, como mexicano universal, nos ofrece una visión única.
     

  • En las líneas definidas y la geometría aparentemente simple de su arte se refleja la aspiración de la Universidad de formar individuos íntegros y plenos, comprometidos con el servicio a los demás. Por ello, cuando un profesor realiza una labor académica excepcional y demuestra virtudes sobresalientes, la Universidad de Monterrey le honra con el máximo reconocimiento a la excelencia docente, el premio “Pro-Magistro Roberto Garza”, que toma la forma de esta emblemática pieza del artista oaxaqueño.

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SOBRE EL ARTISTA

A lo largo del siglo XX, su obra fusionó su herencia mexicana y la influencia del arte prehispánico con las vanguardias internacionales de la época, produciendo piezas destacadas por su color, armonía y textura visual.

Tamayo estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas “San Carlos” en Ciudad de México antes de incorporarse al departamento de dibujo etnográfico del Museo Nacional de Arqueología. Allí, se sumergió en la colección de arte precolombino, enamorándose de las raíces indígenas. Tamayo comentó: “Me abrió los ojos, poniéndome en contacto tanto con el arte precolombino como con el arte popular. Descubrí inmediatamente las fuentes de mi trabajo—nuestra tradición.”

Vivió en Nueva York en dos periodos distintos, donde tuvo la oportunidad de interactuar con artistas como Yasuo Kuniyoshi, Stuart Davis, Marcel Duchamp y Reginald Marsh, y de observar de cerca las obras de los maestros europeos modernos. En esta ciudad presentó su trabajo en espacios como Weyhe Gallery y Art Center. También residió en París durante la década de los cincuenta antes de establecerse permanentemente en México a principios de los años sesenta. En México, continuó creando composiciones reconocidas por su vibrante colorido y texturas distintivas.

Durante su carrera en México, realizó retrospectivas en importantes instituciones como el Museo de Arte Moderno y el Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México; el Museo de Bellas Artes, en Phoenix, y el Museo Solomon R. Guggenheim, en Nueva York, entre otros. Fue honrado como invitado especial en la Bienal de Venecia de 1968.

Fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes y recibió numerosos honores internacionales, incluyendo el título de Doctor Honoris Causa por las universidades de Manila, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Berkeley, la Universidad del Sur de California y la Universidad Veracruzana. Además, fue distinguido como Caballero de la Legión de Honor de Francia y recibió el Gran Premio de Pintura en la II Bienal de Sao Paulo. Entre otras distinciones, fue nombrado Comendador de la República Italiana, Hijo Predilecto por el gobierno de Oaxaca, y recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de manos del rey Juan Carlos de España. También fue galardonado con la Medalla Belisario Domínguez por el Senado de la República y se convirtió en miembro honorario del Colegio Nacional.

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Rufino Tamayo es reconocido en la historia del arte como uno de los pintores mexicanos más importantes a nivel mundial.

\ (1899-1991)
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El hombre por Rufino Tamayo.